La ignorancia sigue espumando

Cuesta creer que en estos tiempos en los que resulta tan simple acceder a la información, la ignorancia siga espumando y que un número creciente de personas educadas -muchas de ellas con un título universitario- aseveren, sin pudor ni justificación racional que los avale, que la Tierra es plana o cualquier otra sandez del estilo. Y lo verdaderamente triste no es esta aseveración irracional, sino la actitud con la que se arroja a la cara de los demás, la postura con la que se defiende el mamarracho y los millones de seguidores que se cosechan en las redes. Una de estas nuevas «eminencias» es el youtuber español Oliver Ibañez, con más de 90 mil suscriptores en su canal, que afirma que «la Tierra es plana» y que su verdadera forma se nos oculta a través de un complot de un grupo de familias, banqueros y gente muy poderosa, que son los auténticos amos del mundo y, atentos al dato, que no son humanos sino “una especie de híbridos nephilim —no extraterrestres—, descendientes de los ángeles caídos que, según la Biblia, bajaron a la Tierra antes del Diluvio Universal y tuvieron sexo con mujeres humanas.”

Hasta aquí, uno piensa que no es nada que no pueda corregirse con un adecuado tratamiento psiquiátrico para luego quedar reservado al territorio de las anécdotas desopilantes de un grupo de amigos. Sin embargo, el poder amplificador de las redes sociales que muchas veces otorga verosimilitud a cualquier posverdad que circula por ellas, sin que los usuarios realicen el más mínimo esfuerzo para contrastar la información, contribuyen a que este mamarracho de “la Tierra es plana” coseche millones de seguidores a nivel mundial y que el rapero B.o.B haya iniciado una campaña de crowdfunding para recaudar fondos que permitan demostrar la planicie del planeta.

Un par de semanas atrás, en su canal de Twitter, el astronauta Pedro Duque le aseguró al youtuber que la Tierra era redonda porque él la había visto desde su nave espacial. Y la respuesta del youtuber es la muestra de la actitud arrogante e irracional que tienen los ignorantes al soltarle, sin rubor alguno, que no le creía ya que lo que decía el astronauta era sólo una opinión, y cualquier opinión era tan válida como otra. Esto, realmente, es lo preocupante del tema ya que, actualmente, hay otros muchos casos igual de absurdos que cosechan millones de fieles que lo creen. Así, cientos de miles de personas en todo el mundo están en contra de las vacunas y de los antibióticos porque piensan que son inventos de las grandes corporaciones farmacéuticas que sólo pretenden esclavizarnos y, por lo tanto, consideran erróneos a todos los conocimientos científicos refrendados por los expertos.

Esta nueva clase de ignorantes/escépticos además profesa un claro autoritarismo al considerar que sólo ellos tienen derecho a decidir qué es verdad y qué es mentira. Y animados por esa combinación destructiva de relativismo, narcisismo e ignorancia, están convencidos de que las vacunas son inventos maléficos concebidos por las grandes corporaciones capitalistas. El resultado de estas nuevas supersticiones es que son el principal aliado para el resurgimiento de enfermedades infecciosas que estaban controladas y que actualmente, gracias a la disminución de la protección de la comunidad debida a la negación unilateral de padres antivacuna que no protegen a sus hijos, se hayan registrado muertes por Difteria o brotes epidémicos de Coqueluche (Tos Convulsa) y Sarampión. En el siglo XIX, Sigmund Freud definió al “malestar de la Cultura” como una actitud que llevaba a los seres humanos más civilizados a añorar la vida primitiva de los pueblos salvajes. Pues bien, parece que ese malestar de la cultura se ha instalado entre nosotros, lo que nos lleva a creer en estos mamarrachos, producto de la ignorancia. Es triste reconocerlo, pero así están las cosas y los agentes infecciosos son los principales beneficiados por este retroceso del conocimiento.